viernes, 2 de febrero de 2018

Alfombra mágica espacial

Para acceder al espacio exterior sólo se ha utilizado hasta ahora un medio: el cohete, que tiene una enorme limitación, ya que la masa que es capaz de poner en órbita es decenas de veces menor que la suya. Además, casi toda su masa es combustible irrecuperable; y contaminante, al menos en el proceso de su producción.
Quizás el éxito de los cohetes, y la ventaja para su autodefensa que supone su velocidad frente a otros medios de vuelo, han disuadido de desarrollar alternativas al cohete.

Se han imaginado innumerables ideas para sustituir estos petardos gigantes en el lanzamiento de naves espaciales, pero ninguna se ha llevado a la práctica; unas por ruinosas y otras por quiméricas. Debo avisar que quizá esta que se me ocurre también lo sea. No pretendo hacer un cálculo de su viabilidad, sino tan sólo indicar el concepto.

El progreso en materiales bidimensionales (de un átomo de espesor) en el último decenio, desde el descubrimiento del grafeno, son espectaculares. Cada día se desarrollan nuevos materiales ultraplanos y se les dan nuevas aplicaciones. La vida ya descubrió que para alzar el vuelo era necesario disponer de objetos resistentes y delgados, que abarcasen mucho aire sobre el que impulsarse, como demuestran las alas de las moscas, las membranas de los murciélagos o las plumas de las aves. Pienso que ya está al alcance de la ingeniería combinar materiales unidimensionales para formar láminas capaces de sustentarse sobre las capas más ténues de la atmósfera, a mucha más altura que la que pueda alcanzar cualquier globo aerostático. Estas láminas volantes, semejantes a las míticas alfombras voladoras, podrían tirar tras de sí de una nave espacial. Desde esa altura, impulsánsose a base de ondulaciones y a saltos sobre el aire, usando energía solar captada por su enorme superficie, quizá pudiera alcanzar la velocidad orbital.
Se necesitarían superficies del orden del kilómetro cuadrado para poner en órbita una nave tripulada pero, aun así, el peso de una "alfombra mágica" de estas sería menor que el de la nave que transportase. La alfombra se podría usar para volver a tierra frenando suavemente en la atmósfera hasta posarse en el suelo, lista para un nuevo lanzamiento orbital.

El desarrollo de este tipo de propulsión, al menos para volar en la atmósfera, sería complejo, pero posible. Ya hay materiales planos de espesor microscópico que se deforman al aplicarles una tensión eléctrica. Una ondulación controlada por ordenador de una de estas láminas podría impulsarla hasta hacerla volar.

Quizá el mayor obstáculo esté en conseguir que se abaraten, mediante una producción en masa, estos materiales planos recién desarrollados, pero como tienen unas propiedades extraordináriamente ventajosas, es de esperar que pronto se produzcan en grandes cantidades.